Es lo que hoy nos preguntamos al ver cómo el fuego destruye más de medio millón de hectáreas de la Amazonía, nuestro banco de riqueza en biodiversidad, el pulmón del mundo.  

Un incendio forestal puede producirse por varias causas. Algunas prácticas agrícolas de “roza y quema”, donde se convierte el bosque o arbustos en campo de cultivo, pero que al haberse perdido el conocimiento ancestral de manejar fuegos (en los Andes se les conocía como los “incendiarios”), desencadenan en incendios. Por otro lado, las prolongadas sequías exacerbadas por el cambio climático, junto con la deforestación indiscriminada, vuelve los incendios más intensos y voraces. Incluso, una simple colilla de cigarros arrojada cerca de un bosque en época seca puede desencadenar un incendio forestal.

Y regresando a la pregunta, ¿qué podemos hacer con los incendios forestales? concluimos en lo más obvio, actuar en tres etapas: antes, durante y después.

Primero, ¿qué hacemos si hay fuego en el jardín de la casa? ¿o en el parque del barrio? ¿o en la Amazonía de Sudamérica? Pues llamamos a los bomberos… a los bomberos forestales. Me refiero a los aviones apaga-fuegos equipados con retardantes y sustancias químicas para extinguir el fuego, como los que vemos en California, Australia o en la película animada “Dusty”. Y mientras llega la caballería -en este caso, los smokejumpers- son los vecinos los que debemos colaborar para apagar el incendio, no solo por fines altruistas, sino para evitar que se nos queme la casa. Prestando brigadas de bomberos, maquinarias, imágenes satelitales, expertos, equipo de evacuación o de gestión del incendio. Es en estas crisis donde plataformas subregionales como la Comunidad Andina, el Mercosur, o la Alianza del Pacífico cobran mayor relevancia para ayudar a coordinar la colaboración entre países.

Segundo, luego de apagado el incendio, debemos pasar a la recuperación, para lo cual se necesita medir el daño y emprender la remediación. Y como se ha visto en las noticias, hay incertidumbre en la extensión de un incendio debido, entre otros, a la discrepancia de la información disponible, contrastada en campo y con las imágenes satelitales, las cuales, además, son tomadas con diferentes metodologías y supuestos. Otra tarea compleja es medir el daño. El daño difiere para un poblador indígena que perdió su hábitat, para una ciudad que inhaló material particulado y cenizas, para un país que perdió su diversidad de especies de flora y fauna, o para el planeta que liberó, solo durante unos cuantos días del incendio, millones de toneladas de dióxido de carbono causantes del cambio climático.

Tercero, se debe trabajar en la prevención, que siempre es más eficaz pero requiere el concurso de todos. Implica intercambiar información cartográfica (donde por ejemplo las mineras pueden colaborar); realizar inversiones en reforestación, rehabilitación, compra de maquinaria (con la participación del sector privado); capacitar a brigadas forestales e involucrar al cuerpo general de bomberos; tener un sistema de alerta temprana; establecer alianzas con empresas de servicios de helicópteros, drones e imágenes satelitales; y lo más importante, contar con un plan estratégico multianual y multiactor para la gestión de los incendios forestales, con actividades prioritarias, responsables definidos y presupuesto establecido.

Finalmente, ¿qué podemos hacer cada uno de los peruanos? Aquí algunas ideas:

1. Lee y difunde las noticias para ayudar a crear conciencia sobre nuestra Amazonía, pero fíjate en la credibilidad de tu fuente de información antes de compartirla (pues ya han circulado imágenes que ni siquiera son de la Amazonía o no son de este incendio).

2. Reclama en redes “alturadamente” para que nuestros gobernantes, distritales, regionales, nacionales, congresistas, ministerios, dejen de “distraerse” en pleitos políticos o intereses individuales, y presenten acciones concretas que sumen a la concreción de dicho plan.

3. Pide a los medios de comunicación un espacio en sus noticieros y programas políticos para que nos informen sobre los avances públicos y privados para luchar contra la deforestación y los incendios forestales.

4. Ponte la mano al bolsillo, pues como ves, son muchas las necesidades y poco el presupuesto. Aunque no lo comparta el presidente de Brasil, Bolsonaro, hay ONG dedicadas heroicamente a la conservación de la biodiversidad, los bosques, y las áreas naturales protegidas locales, que necesitan de nuestro aporte.

5. Vive y siente los bosques, visítalos, disfrútalos, pero cuídalos. Como hace Santiago, mi hijo de cinco años, incapaz de arrojar residuos en un parque, aduciendo que “no le sirve a la tierra” (en su lugar, lo pone en mi cartera).


Foto: Greenpeace